Comentario y video de presentación
Hace algunos años, cuando recibí por parte del autor los primeros esbozos de Allinta munay, algunos de los temas abordados en sus páginas resonaban lejanos y poco urgentes dentro del vertiginoso discurrir nacional. La reforma agraria de Velasco parecía ser un anacronismo histórico cuyas reivindicaciones sociales no superaban su fracaso económico. El concepto de amor incondicional, que da nombre en idioma quechua a esta novela, era negado rotundamente por el entonces vivo Marco Aurelio Denegri en su programa La Función de la Palabra. Eran días en los que el sistema parecía funcionar maravillosamente en este país de emprendedores. Había mucha gente feliz y saciada con el denominado boom gastronómico, confiada en los indicadores macroeconómicos constantemente al alza, asombrada con el crecimiento y modernización de Lima y de otras urbes. La Marca Perú se paseaba por el mundo como aquella soleada mañana en que la vi cual ciclista incrédulo, enorme, sobre la siempre concurrida Alexanderplatz.
Sin embargo, esta ruleta caprichosa que es el Perú se encargó de moverlo todo. Recordándonos la cosmovisión cíclica del tiempo propia del hombre andino. Y todo aquello que parecía lejano y poco urgente estuvo en realidad siempre latente para estallarnos en la cara. Una pandemia global nos golpeó más que a ningún otro país del mundo y ahora, quienes nos gobiernan, impulsan una nueva reforma agraria y lo hacen hablando oportunamente en quechua frente al temor y desconfianza de las grandes ciudades. Tanto el odio como el resentimiento, el racismo como los complejos, la avaricia y la más profunda pobreza, así como todo lo irresuelto en cada uno de nosotros los peruanos, nos empujan cada día más hacia sentirnos como una nación frustrada, como un Estado fallido. La falta de autocrítica y ausencia de empatía, principales combustibles de la polarización, ponen a máximo estrés nuestra propia existencia en un mundo y en un tiempo tan difíciles. ¿Estaremos alguna vez dispuestos a enfrentarnos a nuestras propias luces y sombras para evitar el inminente abismo?
Hoy acepto mi error inicial ya que Allinta munay fue siempre relevante. Y lo afirmo porque después de leerla noto cuáles son mis propios sesgos: todos ellos simples trampas conceptuales producto de mi crianza y educación limeña. ¿Cuántos Perú realmente existen, si hay más de uno? ¿Dos? ¿El urbano–rural? ¿Tres? ¿La costa, sierra y selva? ¿Serán ocho, quizás, como lo planteó Pulgar Vidal? ¿O serán miles, acaso millones, uno por cada habitante? ¿Y por qué cada uno de estos habitantes no podría creer y aceptar la existencia de una infinidad de estos o en su odio negarlos todos? Los laberintos mentales no tienen fin y poco aportan. ¿Cómo enfrentamos entonces a los enormes problemas que nos afligen?
«Allinta munay», diría algún soñador empapado de realidad.
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Días y flores (Silvio Rodríguez)